El tramo final de Katamari Damacy junto a sus créditos es uno de esos momentos de mi vida como jugador que recordaré siempre con un cariño especial. Lo conseguido por Keita Takahashi en PS2 es el mejor ejemplo de lo que significa ser un buen creativo y diseñador de videojuegos.
Dar vueltas a una pelota recogiendo objetos hasta conseguir un monstruo esférico capaz de arrasar con países enteros no sólo era una idea divertida, también era algo único e innovador. Una máxima que el diseñador ha mantenido desde siempre, incluso cuando decidió dejar de hacer juegos para crear un parque infantil.
De diseñar videojuegos a crear un parque infantil
Aunque el paso de los años le devolvió al redil, hubo una época en la que Takahashi nos puso a todos con el corazón en un puño al decidir apartarse del desarrollo de videojuegos. Cansado de las dinámicas de la industria, el genio decidió cerrar una etapa para volver a sus orígenes de una forma tan loca como sus juegos: quería diseñar un parque infantil.
Pese a tener el honor de haber sido uno de los primeros 14 creadores de videojuegos en entrar en el MoMA con Katamari Damacy, en realidad sus inicios se remontan al mundo de la escultura, que acabó abandonando en busca de algo que no se limitase a realizar proyectos de presentar y tirar en la universidad.
Precisamente de ahí le venía su experiencia como diseñador de parques infantiles y, cuando se le presentó la oportunidad de volver a ese mundo de forma profesional, afirmó que la idea de crear algo con lo que jugar lejos de las pantallas podía ser un reto divertido.
«Aunque jugar frente a una televisión puede ser divertido, quería entrar en contacto con un tipo de diversión con una experiencia más directa y simple, estando al aire libre y moviendo el cuerpo. Además, los parques infantiles son gratis y públicos, ¿verdad? Admiro esa forma de romper con la economía».
El parque infantil de nuestros sueños
Habiendo lanzado Nobi Nobi Boy apenas un año antes, Keita Takahashi sorprendió a propios y extraños al anunciar que el ayuntamiento de Nottingham, en Gran Bretaña, le había elegido para diseñar un nuevo parque infantil. El giro que el creativo le dio a la idea era a todas luces surrealista, pero viniendo de jugar a sus creaciones resultó hasta lógico.
«Espero que familias enteras puedan disfrutar del parque juntas. Será genial si sus mascotas también pueden disfrutar del equipamiento. Tanto los parques infantiles como los videojuegos son cosas divertidas. En realidad no son tan diferentes».
Cuando empezaron a aparecer los primeros bocetos del parque infantil de Takahashi, la reacción nos hizo navegar entre dos aguas. La primera era que indudablemente aquello tenía una pinta tan loca como divertida. Algo digno del creador del mítico Katamari.
La segunda era que, aunque los que nos criamos entre toboganes y cubos gigantes de metal recordamos lo divertidos y emocionantes que eran, nadie en su sano juicio dejaría que los críos se subiesen a algo así sin ir forrados de airbags de cabeza a pies. Lamentablemente no íbamos muy desencaminados.
Columpios y catapultas
Las ideas más locas de Takahashi no pasaron el corte por razones obvias. Dejar piezas gigantes que los críos pudiesen mover de aquí para allá con total libertad auguraba más de un hurto pese a idearse un sistema de imanes que pudiese limitar el robo, y montar montañas rusas de sillas sin ningún tipo de protección apuntaba a comportar no pocos problemas al ayuntamiento. Por poner dos de los ejemplos más claros.
Tras asociarse con una compañía dedicada a este tipo de construcciones ´-que pudiese facilitar la experiencia necesaria para poder llevarlo adelante-, Takahashi volvió a arrojar luz sobre el proyecto con un post -ahora ya desparecido- en el que hablaba sobre los cambios que se habían ideado para bajar a la Tierra sus ideas.
El resultado apuntaba a ser un proyecto igual de interesante, pero la crisis de la burbuja inmobiliaria y problemas de presupuesto ralentizaron la aprobación de las obras y, con el paso del tiempo, la participación del creativo nipón en las obras se desvaneció. Con ello, el que podría haber sido el parque infantil definitivo acabó cancelado.
Con el tiempo, Takahashi volvió al mundo del videojuego con distintos desarrollos como los recientes Wattam, o el proyecto de Crankin’s Time Travel Adventure para Playdate, así como exposiciones sobre su carrera.
Aunque siempre celebraremos su vuelta, su demencial parque infantil sin duda habría sido la excusa perfecta para viajar a Nottingham. Poco después de cancelarse el proyecto, al hablar sobre su vuelta al diseño de videojuegos, comentó:
«Quiero hacerme billonario. Así podré montar mi propio parque infantil».
Fuente: vidaextra.com