El libro ‘Scream Queer’, recién editado por la editorial Dos Bigotes, analiza la presencia de personajes LGTBIQ+ en el cine fantástico y de terror a lo largo de su historia y hace eco en cómo no ha hecho sino aumentar en las últimas décadas. El escritor Javier Parra desgrana la presencia oculta de lo queer desde los monstruos cinematográficos procedentes de la literatura gótica como Drácula, la criatura de Frankenstein o Mr. Hyde hasta la actualidad.
La representación queer en la gran pantalla siempre ha estado ligada a lo diferente o lo que iba en contra de lo heteronormativo y en el estudio pasa por los clichés negativos como las lesbianas con tendencias psicópatas, las vampiras bisexuales o los asesinos travestidos y la evolución de esta visión a través de cientos de películas para evidenciar que lo desconocido y el horror siempre han estado entrelazados.
Tomando el volumen como referencia, tomamos algunos de esos títulos clave para comprobar cómo ha estado presente en todas las épocas, desde el cuestionamiento de la humanidad de un villano, los personajes que no se ajustan a las expectativas sociales o incluso la dramatización exagerada como lenguaje o el subtexto codificado del mundo LGTBIQ+ escondido en el cine.
La hija de Drácula (Dracula’s Daughter, 1936)
Mucho antes del auge de las vampiras lésbicas de la década de 1970, esta secuela oficial del éxito de la Universal ya estaba centrada en un personaje desesperado por vivir libremente como una mujer «normal», haciendo una equivalencia entre el vampirismo como enfermedad y su bixesualidad. La condesa Marya Zaleska (Gloria Holden) seduce a víctimas de ambos sexos para chuparles la sangre mientras lucha contra los impulsos que no logra reprimir, era toda una villana queer, pero refleja bien el conflicto de representación justo el año que entró en vigor el código Hays.
La novia de Frankenstein (Bride of Frankenstein, 1935)
Las películas de James Whale han sido objeto de estudio por su trasfondo antinormativo durante años, ya que el director fue uno de los pocos abiertamente homosexuales en una época en la que admitirlo tenía riesgos sociales y laborales. Esta secuela del monstruo estrella de Universal se ha ido aceptando como una parábola gay llena de meandros para esquivar el rígido código Hays.
Si muchas de las grandes películas de monstruos trataban sobre la represión sexual, ninguna forma tradicionalmente más escondida que la homosexualidad y ‘La novia de Frankenstein’ estaba llena de detalles, desde el subtexto en la relación entre el Doctor Frankenstein y el Doctor Pretorius al monstruo es un maldecido por su naturaleza tabú, como la novia de Elsa Lanchester, con look casi drag y horrorizada por la perspectiva de la relación con el monstruo, convenientemente reclamada por la comunidad LGTBIQ+ como una de sus divas.
Crítica en Espinof
Yo fui un hombre lobo adolescente (I Was a Teenage Werewolf, 1957)
Los experimentos extremos en un espécimen masculino para manejarle eran un tema clave en el terror de los 50 y en esta variación del mito licantrópico teníamos a Michael Landon buscando una cura para sus «impulsos animales», lo que lleva a un proceso de hipnoterapia regresiva para encontrar la raíz de su subconsciente y poder «neutralizarse», una forma de tratamiento similar a la que en ese momento se recomendaba para eliminar el deseo homosexual. Otras películas del mismo ciclo adolescente de la AIP tenían detalles similares, como la aún más evidente ‘Blood of Dracula’, del mimo año.
Psicosis (Psycho, 1960)
Norman Bates es un claro caso de asesino de impulsos considerados «desviados» con confusión de género, probablemente el más famoso. Afeminado y con un complejo de edipo no superado, asesina a las mujeres que se hospedan en su hotel travestido como si fuera su madre, iniciando una criminalización de la represión convertida en un cliché en el que participarían otras películas como ‘Vestida para matar’ (Dressed to Kill, 1980) de Brian DePalma, que profesaba una mitomanía por los temas de Hitchcok que hizo perpetuar este estereotipo.
Crítica en Espinof
La casa encantada (The Haunting, 1963)
Esta adaptación del libro ‘La maldición de Hill House’ en la que dos mujeres eran invitadas a una mansión embrujada por un científico que investiga actividades paranormales, presentaba a una personaje lesbiana que no era un depredador, Theo, que incluso se hacía muy buena amiga de Eleanor, algo notable para su época. Hay cierta ambigüedad con los poderes psíquicos de Theo y no termina siendo expuesta como la raíz de todo mal en la película, a pesar de ser gay. La evolución del personaje en las diferentes adaptaciones llega a una Theo más compleja y multidimensional en la serie de Netflix.
Crítica en Espinof
Dr. Jekyll y su hermana Hyde (Dr. Jekyll and Sister Hyde, 1971)
Un cambio de paradigma en la historia de Robert Louis Stevenson, hacía que el doctor cambiara de género, haciendo que una masculina y femenina compartieran el mismo cuerpo tras experimentar con hormonas femeninas por vía intravenosa. Jekyll compra ropa de mujer para Hyde, y un hombre llamado Howard se enamora de ella, aunque Jekyll retoma el control del cuerpo antes de que su «hermana» llegue demasiado lejos. La representación de los impulsos no heterosexuales en forma de una figura femenina a la que el doctor debe aplacar es en el fondo negativa, pero era atrevido plantearlo en una película de la Hammer.
Sangre para Drácula (Blood for Dracula, 1974)
El «Drácula de Andy Warhol», es las versiones más extrañas e inventivas del mito, sin establecer ningún discurso particular sobre lo queer, está protagonizada por un Udo Kier que se convierte en icono sexual gay al instante, con una interpretación llena de alusiones visuales y auditivas al sexo. Los cuerpos desnudos masculinos no eran habituales y aquí se usan como cualquier obra de explotación europea de la época, un disparo contra el puritanismo centrada en la perversión y la mirada oblicua a la heterosexualidad tradicional y el género, ampliados y cuestionados con un espíritu trash que conecta, por algo, con los mundos de John Waters.
The Rocky Horror Picture Show (1975)
Una joven pareja acaba en un castillo habitado por un grupo de extraños disfrazados cuyo líder, el Dr. Frank N. Furter (Tim Curry), un mad doctor autoproclamado «dulce travestido de transexual, Transilvania», ha creado un hombre musculoso llamado Rocky en su laboratorio. Poca explicación necesita esta celebración de lo diferente a través del rock y las convenciones del cine de terror, pero tiene el honor de ser el estreno en cines de mayor duración en la historia del cine, abarcando cuatro décadas, ya que sus representaciones interactivas con el público siguen funcionando regularmente.
Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy (A Nightmare on Elm Street 2: Freddy’s Revenge, 1982)
La secuela de uno de los grandes éxitos del cine de terror de todos los tiempos resultó ser una de las experiencias de terror más camp e inesperadas de la década de los 80. Nada era explícitamente gay en su historia, pero estaba llena de códigos, escenas en bares de leather y torturas en vestuarios profundamente sexuales y un personaje principal que claramente no ha salido del armario. Su actor sufrió el rechazo de Hollywood en pleno auge del sida pero la aceptación como clásico de culto para la comunidad LGBTQ+ le dio una nueva oportunidad que se recoge en el imprescindible documental ‘Scream, Queen‘.
El Ansia (The Hunger, 1983)
Un clásico absoluto del cine de vampiros, tomando notas visuales del thriller erótico de los 80, Tony Scott hizo su particular versión de los chupasangres de Anne Rice implementando las ideas asociadas con estos seres con la homosexualidad. Protagonizada por Catherine Deneuve, Susan Sarandon y David Bowie. Deneuve y Bowie interpretan a una pareja de vampiros que seducen a una científica (Sarandon) hacia sus peligrosos juegos y la cosa acaba en un triángulo que no funciona con las direcciones habituales en el cine cuando había un hombre y dos mujeres en la ecuación.
Crítica en Espinof
Campamento sangriento (Sleepaway Camp, 1983)
En este slasher adolescente un par de primos que van juntos a un campamento de verano y se suceden muchos asesinatos. Hasta ahí nada extraño, pero en su clímax hay uno de esos giros que dejan huella en los libros del cine de terror, con los motivos del psicópata arraigados en la disforia de género, jugando con el estereotipo monstruoso queer, pero habiendo sido posteriormente reclamado y reconvertido en un icono de la cultura LGTBIQ+.
Hellraiser (1987)
Clive Barker es uno de los primeros autores de terror modernos abiertamente gays, por ello no sorprende que toda su obra esté llena de referencias e ideas que circulan alrededor de la cultura queer, como los cenobitas de su obra más popular, demonios andróginos y de sexualidad difusa, entusiastas del cuero que reclaman a personas heterosexuales para que se unan a ellos en su particular infierno, en donde pueden explorar nuevos placeres potenciales mezclados con el dolor.
El silencio de los corderos (Silence of the Lambs, 1991)
La transmisoginia y la transfobia inherentes al villano principal de la película, Buffalo Bill (Ted Levine) han sido objeto de controversia desde su estreno, sin embargo sus creadores (solo hay que ver la posterior ‘Philadelphia’) nunca lo vieron como un personaje propiamente gay, de hecho había algunas consideraciones del propio Hannibal Lecter sobre la intención de su transformación que negaba que fuese trans. Con todo, pese a los diferentes matices y avance sobre el modelo de Norman Bates, también basado en el asesino real Ed Gein, sigue siendo uno de los monstruos queer más aterradores de la historia del cine.
Entrevista con el vampiro (Interview With The Vampire, 1994)
La relación del Lestat de Tom Cruise y el Louis de Brad Pitt van más allá del homoerotismo asociado al mito vampírico, sino que están dentro de una trampa de siglos de relación de amor, odio y obsesión como dos almas gemelas condenadas que incluso comienzan a criar a una niña pequeña como una familia moderna en el aún escenario de tintes bastante homófobos heredado del pánico al sida de los años 80.
Crítica en Espinof
La semilla de Chucky (Seed of Chucky, 2004)
Antes de introducir una trama abiertamente queer en la serie ‘Chucky’, Don Mancini ya jugó con cuestiones de género y diversidad en esta alocada secuela en la que Chucky y su novia, Tiffany tienen un hijo de género no binario al que llaman Glen y Glenda, como la película de Ed Wood Jr. y toda su trama secundaria es la del niño muñeco tratando de resolver su identidad de género, una locura en la que convenientemente hay un cameo de John Waters, con lo que podemos imaginar el tono general.
Jennifer’s Body (2009)
Megan Fox se ha convertido en un ícono de terror de culto con su interpretación de una adolescente poseída por un demonio, que comienza a matar chicos tras descubrir sus «cualidades inhumanas» quemándose la lengua con un encendedor rosa. El personaje principal, interpretado por Amanda Seyfried, no es explícitamente queer, pero su tensión sexual con Jennifer llega a un punto de ebullición cuando las dos se besan en la cama, rompiendo con las expectativas de heteronormatividad típicas en el género y dando visibilidad a la bisexualidad adolescente años antes de que hubiera una revolución en el cine. Imprescindible la versión Unrated.
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Trilogía La calle del terror (Fear Street, 2021)
El cambio de imagen queer de los últimos años en el cine se consagró con el éxito del trío de películas de Netflix ‘La calle del terror’ de Leigh Janiak, basadas en las novelas adolescentes de R. L. Stine. Todas están protagonizados por Kiana Madeira y Olivia Scott Welch como Deena y Sam, dos amantes lesbianas que tratan de romper la maldición que ha condenado a su ciudad natal durante siglos. La representación LGBTQ+ ya es plenamente orgánica, no se hace más hincapié en las circunstancias de su relación que en la de cualquier otra pareja y podrían ser ellas como otros personajes los que se convierten en héroes.
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Fuente: espinof.com